Hoy entra en vigor la nueva Directiva de la UE sobre calidad del aire que pretende atacar esta problemática.
Los europeos siguen expuestos a niveles de contaminación muy por encima de las recomendaciones elaboradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con casi 240.000 muertes anuales atribuidas a este problema. Los datos proporcionados por la Agencia Europea de Medio Ambiente, la AEMA, muestra que casi el 75% de los ecosistemas europeos también están expuestos a niveles perjudiciales de contaminación atmosférica.
La polución es el principal riesgo para la salud de los europeos, ya que causa numerosas enfermedades crónicas y muertes, especialmente en ciudades y zonas periurbanas.
Los datos de la AEMA llegan el día en el que entra en vigor la nueva Directiva de la UE sobre calidad del aire. La Directiva introduce un objetivo para 2030 de nuevas normas de emisión acordes con las recomendaciones de la OMS.
¿En qué consiste la nueva Directiva sobre calidad del aire?
La Directiva, que entra hoy en vigor, tiene como objetivo para 2030 nuevas normas de calidad del aire que se ajusten a las recomendaciones de la OMS e incluye la obligación de controlar contaminantes adicionales como las partículas ultrafinas, el carbono negro y el amoníaco.
Además de las muertes prematuras, el impacto de vivir con enfermedades relacionadas con la contaminación atmosférica es significativo. La AEMA afirma que es vital que esto se tenga en cuenta a la hora de evaluar la carga sanitaria global de la contaminación atmosférica, así como los beneficios que se derivarían de un aire más limpio en Europa.
¿Qué son las partículas finas?
Según la AEMA, al menos 239.000 muertes en la UE en 2022 fueron atribuibles a la exposición a la contaminación por partículas finas por encima de los niveles recomendados por la OMS. Se trata de un descenso del 45% respecto a 2005, lo que sitúa a la UE en la senda del objetivo de reducción del 55% fijado en el plan de acción "Contaminación cero" para 2030.
Pero, ¿qué son las partículas finas?: "Consisten en una mezcla de sólidos y gotas líquidas. Puede ser emitidas directamente o formarse cuando los contaminantesde diversas fuentes reaccionan en la atmósfera, explican desde la AEMA. "Tienen distintos tamaños: las de menos de 10 micrómetros son capaces de entrar en nuestros pulmones y causar graves problemas de salud; se relacionan con enfermedades y muertes por cardiopatías o neumopatías".
La AEMA explica que la OMS dispone de pruebas científicas que demuestran que lo más nocivo es la exposción a largo plazo ante las partículas finas -menores de 2,5 micrómetros-, a las que atribuye las 239.000 muertes.
En 2022, otras 70.000 muertes fueron provocadas por la exposición a la contaminación por ozono (O3) y 48.000 pordióxido de nitrógeno (NO2). La AEMA calcula que estas muertes podrían haberse evitado cumpliendo los estándares de la OMS en 2022.
La contaminación atmosférica también afecta a la naturaleza
La AEMA también examina el impacto de la contaminación atmosférica en los ecosistemas europeos, mostrando cómo la vegetación está expuesta a los contaminantes y cómo esto se traduce en un peor rendimiento de las cosechas.
La AEMA ha descubierto que el nitrógeno en el aire influye en qué especies vegetales pueden crecer en una zona. En concreto, el 73% de los ecosistemas de la UE superaban las cargas críticas para 2022.
El plan de acción "Contaminación cero" va por buen camino en lo que respecta a las partículas finas, pero va a la zaga en nitrógeno. El objetivo es reducir en un 25% para 2030 la superficie de los ecosistemas en los que el nitrógeno supere las cargas críticas, aunque actualmente es improbable que se alcance.
Además, alrededor de un tercio de las tierras agrícolas europeas estuvieron expuestas a concentraciones de ozono superiores a los umbrales fijados por la UE. Esto provocó daños en las cosechas y ocasionó pérdidas económicas estimadas en al menos 2.000 millones de euros.
En 2022, el 62% de la superficie forestal total de 32 países superó los niveles críticos fijados para proteger los bosques del ozono. Sin embargo, en las últimas décadas se han reducido considerablemente las emisiones de dióxido de azufre (SO2), lo que ha permitido resolver en gran medida el problema de la acidificación.