La empresa tecnomilitar española pugna por conseguir un jugoso contrato con Canadá gracias a la incorporación del sistema AIP en sus sumergibles, el cual les permite regenerar su energía durante semanas. ¿Su secreto? Agua, oxígeno y bioetanol.
La carrera armamentística global está alcanzando cotas no vistas desde el fin de la Guerra Fría. En torno a los numerosos conflictos vigentes, pero situadas en un segundo plano mediático con respecto a los actores políticos, las empresas de tecnología militar compiten por conseguir su trozo del pastel. Entre ellas, con una modesta, pero creciente participación, se encuentra la española Navantia.
Repartida entre tres astilleros históricos (Cartagena en el Levante sur, Ferrol en las Rías Altas gallegas y Cádiz en el Atlántico andaluz), Navantia ocupó en el año 2023 la posición 88ª de las 100 compañías bélicas más importantes del mundo, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Esta mejoró su estatus con respecto a 2022, cuando estalló la guerra de Ucrania y se encontraba en el 94º puesto. Sus ingresos por fabricación armamentística alcanzaron los 1,083 millones de euros: el 76,8% del total. La única representación española en este ranking se encuentra situada por detrás de empresas como Hanwha Group (Corea del Sur), Saab (Suecia), ST Engineering (Singapur) o PGZ (Polonia), además de potencias militares mucho más conocidas.
Navantia tiene un largo recorrido en ciudades portuarias con tradición naval pero afectadas por la reconversión industrial a finales del siglo pasado, lo que explica parcialmente sus altos porcentajes de desempleo. La situación laboral de sus plantillas en Ferrol, Cartagena o la Bahía de Cádiz depende en buena medida de los contratos que consiga esta empresa que, como demuestran las cifras del SIPRI, genera más de dos tercios de sus ingresos mediante la construcción y venta de armamento. Y ahí entra en juego la última apuesta de la compañía para asegurarse al menos un contrato en su base cartagenera: los submarinos de la serie S80 y la integración del sistema AIP en ellos.
Una pila a base de bioetanol, agua e hidrógeno con un valor potencialmente millonario
La naviera íbera posibilita a España estar entre los únicos 10 países del mundo con la capacidad de diseñar y construir submarinos. Muchos de ellos están focalizados, como en el caso de la coalición militar AUKUS (Australia, Reino Unido y EE.UU.), en aumentar su arsenal de submarinos nucleares. La Defensa hispana no tiene capacidad ni interés en desarrollar esta tecnología, por lo que ha puesto la mira en otro tipo de armamento. Y aquí entra el juego el sistema AIP: las siglas inglesas de 'Air Independent Propulsion', traducidas como "propulsión independiente del aire".
Este sistema permite a determinados buques operar sumergidos durante semanas sin necesidad de salir a la superficie para recargar baterías, en comparación con aquellos propulsados por diésel, lo que incrementa su autonomía e interés militar. Conocida comercialmente como BEST (Bio-Ethanol Stealth Technology o tecnología sigilosa de bioetanol), está basada en este último compuesto químico.
Mediante la mezcla de bioetanol y agua, elementos fácilmente almacenables, se consigue hidrógeno tras su paso por un reformador: un dispositivo que provoca una reacción química controlada para transformar un combustible líquido en un gas rico en hidrógeno. Dicho elemento, junto con la incorporación deoxígeno, alimentará la pila de combustible que proporcionará la energía del submarino. Los desechos generados en el proceso, como el CO2, se diluirán en el mar. Por el momento, se desconoce el número exacto de días en los que estos submarinos pueden permanecer de forma autónoma en el agua.
Durante las presentaciones de este sistema en uno de los submarinos S80, algunos militares declararon ante los medios de comunicación que este AIP 'made in Spain' es un sistema "revolucionario" o "puntero". Carlos Mascaraque Ramírez, subdirector de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Naval y Oceánica de Cartagena, situada muy cerca del lugar donde Navantia desarrolla su programa, matiza estas declaraciones. "Hay algunos países que no tienen esta tecnología, como las grandes potencias (Estados Unidos, Rusia, China) porque se han centrado siempre en los submarinos nucleares. Con el desarrollo de la AIP principalmente están los alemanes, los ses, los suecos -que siempre han sido pioneros en este aspecto- y los japoneses". El ingeniero también menciona la posibilidad de que Corea del Sur e India estén desarrollando esta tecnología.
¿Quién podría pujar por los submarinos con AIP?
Esta competencia con al menos cuatro países no es un asunto menor para el futuro de Navantia y, en concreto, para la plantilla en torno a las 1.200 personas de su sede cartagenera. Sus trabajadores se han manifestado esta misma semana en este antiguo asentamiento fenicio por sus condiciones laborales.
A mediados de julio de 2024, el Ministerio de Defensa de Canadá anunció en un comunicado de prensa que planea renovar su flota marítima con 12 nuevos submarinos, una licitación más que considerable. "Es un contrato estrella por el número de embarcaciones y por la importancia estratégica de Canadá", resume Mascaraque.
Precisamente, Ottawa justificaba esta costosa inversión debido a los últimos movimientos militares y geoestratégicos en el Ártico, con varios ojos puestos en sus recursos mineros, petrolíferos y en las propias rutas marítimas a través del Círculo Polar. "El Departamento de Defensa Nacional se encuentra actualmente en proceso de reuniones con fabricantes y socios potenciales (...) En otoño de 2024 se publicará una solicitud formal de información para obtener más información sobre la adquisición, construcción, entrega y capacidades operativas de los posibles licitadores que puedan construir submarinos para Canadá", explica el comunicado, donde uno de los requisitos clave para la resolución del concurso será el sigilo de las naves.
Canadá fue más transparente de lo habitual en esta oferta, pero podría haber otras en juego. "Hay varios concursos, lo que pasa es que inicialmente suelen pedir discreción (...) Navantia puede ser que esté concursando [en otros] y no lo pueda hacer público, porque así lo pide la Armada correspondiente", dice el profesor del centro adscrito a la Universidad Politécnica de Cartagena, donde imparten una especialidad en diseño de submarinos. La clave para los analistas de la industria militar, señala, es observar los arsenales de otros países y en qué ciclo de su vida útil se encuentran para determinar los posibles concursos en liza.
¿Tiene Navantia opciones de conseguir este u otros contratos?
"Posibilidades reales sí hay", afirma Mascaraque, aunque el experto advierte que una parte de la decisión se tomará en base a criterios políticos y a los intereses económicos del cliente o país comprador. "No hay que olvidar que es un arma. Hay estrategias comerciales detrás: Canadá pedirá que una parte del submarino tenga firma canadiense en suministradores, mano de obra... Entonces también es importante que las empresas se sepan adaptar a eso".
El profesor explica que, respecto a los criterios técnicos que harán inclinar la balanza, se evaluarán las conocidas como "firmas": aquellos parámetros físicos que determinan la huella sonora, térmica o electromagnética del navío sumergible. Estas firmas deben de ser lo suficientemente insignificantes para que no sean detectables por otras potencias enemigas. Mientras que España ha optado por el bioetanol, dice, sus principales rivales han optado por otros caminos: Japón estaría implementando baterías de mayor capacidad en sus submarinos y Francia se habría centrado en la transformación del diésel en hidrógeno; un sistema novedoso que presentaron hace un año en una feria internacional.
El tiempo, precisamente, es el factor que juega en contra de Navantia. La empresa anunció la instalación del sistema AIP en el submarino S83 Cosme García el pasado 26 de noviembre. Sin embargo, la naviera se habría presentado al concurso canadiense con el modelo S81, el cual está en fase final de desarrollo y aún no tiene integrado el AIP. Esto significa que Canadá u otros potenciales compradores estarían apostando por un sistema aún no instalado y probado en el mar.
"No es lo mismo comprar algo que has podido verificar que adquirir algo que al final está sobre el papel", opina Mascaraque. "Se han hecho las pruebas en tierra: ya tienen la estrategia de cómo introducirlo [el AIP] en el submarino, pero realmente no hay un producto en funcionamiento. No se puede mostrar que ya esté operativo en un submarino (...) Eso ahora mismo es lo que penaliza a Navantia y a España en las ofertas internacionales: no tener el producto disponible".
¿Y a cuánto ascendería el valor de los navíos en construcción? "Un submarino de este tipo puede situarse en una horquilla muy grande, entre 500 y 1.000 millones", calcula el especialista. Estimar a partir de ahí cuánto estaría dispuesto a pagar una potencia exterior por ellos sería un ejercicio de adivinación, aunque Mascaraque señala que fabricarlos en serie, como ocurriría en el contrato canadiense, abarataría su posible coste final. El tiempo dirá si la empresa española, cuyas raíces se remontan a la modernización de los astilleros militares de Felipe V a mediados del siglo XVIII, conseguirá aumentar su posición en su ranking sectoral gracias a nuevos contratos, en un mundo donde las inversiones en Defensa avanzan a pasos agigantados.